viernes, 11 de junio de 2010

DESTINO NO SIGNIFICA CAMINO.


Por: Isaac Fernández de la Villa.

La palabra DESTINO ha sido muy utilizada para anunciarse aquellos que pretenden que les paguemos por conocer nuestro futuro, pero ¿hay realmente un destino escrito e inmutable?...
En un principio creí que el destino podía estar escrito, ya que si alguien decía:
El destino no está escrito porque ante dos caminos a elegir, si mi destino es ir por la derecha, al elegir el de la izquierda cambié mi destino”, a esto respondía: “Si tienes dos caminos a elegir y piensas que tu destino es ir por la derecha y tiras por el de la izquierda para engañar a tu destino, quiere decir que tu destino era pensar que el de la derecha era tu destino, para que tu verdadero camino y destino fuese al final tirar por la izquierda”.
Pero estos planteamientos para defender conclusiones extremistas los dejé cuando tuve una inquietante reflexión:

Con un destino rígidamente escrito nuestra existencia sería algo absurdo, pues estando todo previsto significaría que por encima de todo hay algo inteligente que así, forzándolo, nos habría convertido en protagonistas de una película grabada a su voluntad. Y si incluimos a esto la indicación bíblica de que alguna vez fuimos felices viviendo en paz y armonía en algo llamado paraíso, ¿cómo sería que acabamos estropeándolo sin que estuviese previsto que lo estropearíamos?...
Con un destino rígidamente escrito, lo que se llama díos sería sólo un director de cine que también actúa sorprendiéndose con unos actos que él ya programó, para crear una película donde nosotros somos simples actores ya programados para hacer todo lo que hacemos, independientemente de lo que pensemos o creamos. Sin embargo también se nos dijo que existe algo como el libre albedrío, lo cual en su naturaleza está totalmente en contra de la existencia de un destino rígido.
Pero si consideramos que no hay nada escrito, lado totalmente opuesto a la creencia del destino rígido, tampoco cabe la posibilidad de profecía ni de intuir algo que nos pueda suceder en el futuro, aún con poco tiempo de diferencia respecto al momento en que tenemos dicha intuición…

En realidad reflexionar sobre el destino y muchos temas parecidos nos lleva a enredos considerables, y por eso comprendo a quienes prefieren creer ciegamente en las conclusiones que otros les dieron, pues se ahorran el tener que reflexionar, y pueden seguir con sus existencias sin mayores complicaciones. Pero una vez decidido a complicarme la vida para comprender el significado de la palabra Destino, sucedió que por las noticias dieron la noticia de que se estrelló el "Concorde”; un tipo de avión comercial muy lujoso y velocidad supersónica, que con 30 años de existencia no había tenido ningún accidente. Precisamente este incidente hizo que no volaran más este tipo de aviones. Y con esta noticia nacieron las preguntas, ¿dónde estaba el libre albedrío en las personas que viajaban en ese avión?... ¿Dónde está nuestra libertad de cambiar nuestro futuro cuando nos cae un avión en la cabeza?... En estos casos no se nos presentan dos o más caminos a elegir para evitar uno y elegir el otro. El avión que nos cae encima no permite tiempo a decidir qué hacer, así que no tenemos elección… ¿Dónde está el libre albedrío en quienes nacen con enfermedades o mueren al poco de nacer, o tienen accidentes que no son capaces de evitar por elección propia?...
Concluí que aunque podemos elegir en innumerables ocasiones hacia dónde dirigir nuestras vidas, hay sucesos que parecen estar escritos. Y si trasladamos esto, de nuestras vidas personales al global de la humanidad, también nos encontraremos con que ésta, como grupo, puede tener cierta capacidad de elección, pero hay circunstancias o acontecimientos que parecerán estar escritos... Pero ¿dónde se concilia el llamado Destino con nuestra libertad de elegir?...
El DESTINO en su forma singular como algo establecido e inmutable, sólo puede ser aplicado a una cosa, que a su vez es participante de un único proceso: EVOLUCIÓN. Esto sería nuestro único destino; evolucionar hacia un fin, que probablemente sea infinito… Y ¿cómo comprender esto que en su mayor parte se sale de nuestro entendimiento?:
Cuando vamos al aeropuerto solemos ver y oír: “El avión con DESTINO tal, va a salir por la puerta…”. En esta frase tan sencilla tenemos la clave. Aunque el avión haga escala en otros sitios antes de llegar a su destino, el destino sigue siendo el fin del trayecto, pero no llamamos destino al lugar donde quizá el avión se detuvo a repostar. DESTINO NO SIGNIFICA EL CAMINO, SINO EL FIN DEL VIAJE, LA FINALIDAD DEL MISMO. Hacemos una mala aplicación de la palabra, ya que no es lo mismo el camino por el que transitamos, que el final del trayecto. Imaginen que van a realizar un viaje en coche desde Sevilla, Andalucía, España, a Cartagena, Murcia, España. Ya tenemos el destino, Cartagena, lugar que será el único destino. Ahora, cuando cogemos el mapa y trazamos la ruta más corta hacia él, nos encontramos que tendremos que pasar forzosamente por algunos puntos, ciudades como Granada, y pueblos por donde cruzará la carretera que nos llevará a Cartagena. Estos puntos trasladados a nuestras vidas y considerando que existe algo que tiene para nosotros preparado ciertas cosas, serían los acontecimientos previstos para lograr avanzar en nuestro viaje evolutivo, en el ejemplo, para llegar a nuestro destino Cartagena. Si trasladamos estos puntos previstos a una visión metafísica, estos serian los puntos que necesitaremos cruzar para favorecer o fomentar nuestra evolución personal o grupal si tratamos al global de la humanidad.
Si creemos en la reencarnación y la evolución de nuestra conciencia vida tras vida, considerando a estas vidas sucesivas como lugares de aprendizaje, nuestro libre albedrío estaría presente antes de haber realizado la encarnación, imponiendo estos puntos del camino que serían relativamente invariables (relativamente invariables porque quizá podamos redefinirlos en el proceso, pero considerar esto sería adentrarnos en profundidad en los mecanismos encarnativos, lo cual no es el tema ahora). En este caso nuestro libre albedrío estaría presente aunque una vez realizada la encarnación no nos acordemos de los acontecimientos que elegimos padecer antes de la misma; donde se incluye tanto personas como acontecimientos que irremediablemente aparecerán o sucederán en nuestras vidas con el fin de orientarnos, pero que usualmente achacamos a la casualidad por nuestro desconocimiento hacia estas posibilidades metafísicas. Y como no todos estaremos al día en cuanto a reencarnación, karma, leyes de cusa y efecto,…, seguiremos con el ejemplo donde ya tenemos nuestra ruta marcada, y nuestro destino Cartagena en Murcia, España.
Comenzamos el camino en nuestro coche, o carro en Latinoamérica, y empezamos a encontrarnos con los puntos que ya vimos en el mapa, los cuales podemos considerar como predestinados por ello, e incluso podemos considerarlos sin salirnos del entendimiento; como pequeños destinos.
¿Dónde entra en juego nuestro libre albedrío si ya tenemos un destino prefijado, que además trozamos en pequeños destinos por donde irremediablemente deberemos pasar si queremos llegar al destino final?... En nuestra capacidad de detenernos, desviarnos, regresarnos, o atrasarnos en miles de formas. Por ejemplo, vemos que están vendiendo comida y nos detenemos a comer, o vemos un paisaje y nos desviamos para verlo mejor, aún tirando por rutas no planeadas que nos atrasarán el tiempo del viaje, etc. Y si a estas desviaciones le aplicamos que por el retraso que elegimos tener, podemos luego encontrarnos un atasco o cortes de carreteras, quizá porque un camión volcó y tiró dos toneladas de naranjas que retrasarán aún más nuestra llegada a Cartagena, o incluso nos obligue a tener que elegir rutas alternativas llenas de baches, comprobamos que nuestros actos aún por simples que parezcan, repercutirán mucho más en nuestras vidas de lo que normalmente consideramos: Realmente podemos decir que somos víctimas de nuestras decisiones terrenales, ya que nos movemos involucrados en infinidad de causas y efectos con millones de variantes posibles, pues también intervienen las causas y efectos de muchos otros, así como las causas y efectos de nosotros dentro de grupos que también realizan actos conjuntos, y que estando dentro de una evolución humana más global que originó causas en el pasado, que producirán irremediablemente sus efectos en el presente y futuro, podemos decir que también sufriremos estos efectos sin que podamos hacer mucho para modificarlos. Pues tales causas superarán con creces la capacidad humana individual para modificar estos efectos que fueron provocados grupos de seres humanos.
En definitiva, nuestro libre albedrío nos permite jugar con el tiempo en que evolucionamos. Si volvemos a considerar en esto la evolución espiritual del ser humano, podemos decir el libre albedrío nos permite jugar con un tiempo que en realidad no existe más allá de nuestra existencia humana terrenal, ya que superado cierto nivel evolutivo de conciencia, pasaríamos a existir en unos planos superiores donde el tiempo como lo conocemos no existe.
Como humanos nuestras más importantes decisiones están puestas en elegir avanzar rápidamente en nuestra evolución, o por el contrario entretenernos para atrasarnos e incluso ir marcha atrás; pero el Destino siempre será el mismo, y tarde o temprano tendremos que avanzar hacia él. Sin importar las vidas que quememos en el proceso, si es que consideramos como real el proceso de reencarnación.

¡Un Homenaje a la Poesía!